martes, 22 de marzo de 2011

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11:25 am
En alguna oficina de una avenida principal en Washington D.C. EEUU
El cursor de la pantalla de una computadora parpadea rítmicamente. Empieza a aparecer un mensaje:
El balón está a punto de salir de la cancha. Pendientes que entonces será nuestro
11:47 am
Cubierta del yate.
El sol brilla con toda su fuerza en un cielo completamente despejado y sopla fuerte la brisa. Dos niños vestidos solo con un short se encuentran a cubierta.
-          -  ...no lo tengo yo Ángel -
- -¡-    - Entonces en donde esta mi iPod ¡pinche Vochito! – Pregunta Ángel caminando hacia su primo, quien está de espaldas al mar sobre el trampolín de la embarcación.
-      - Lo dejé abajo de tu almohada, en donde siempre lo pones – contesta dando un par de pasos atrás.
-         - No está. ¡Dámelo pinche inútil! – el niño da un leve empujón a su primo.
-         - ¡Ahí está, neta!
-         - Ahora si vas a ver cabrón – Ángel corre hacia el Vochito y lo avienta al mar.
       -¡Nooo! ¡Ayúdame!- Grita el niño desesperado y con la voz entrecortada chapoteando en el agua - ¡Sácame!
-        - Eso te pasa por pendejo – Contesta su primo carcajeándose desde la borda.
-        - ¡Qué pasa aquí Ángel! – Pregunta una ronca voz desde atrás.
Ángel voltea y encuentra a un hombre grande, gordo y bigotón.
-      - Nada Pepe. El Vochito que no sabe nadar. ¡Míralo! – continúa Ángel riendo y hace un movimiento de cabeza hacia su primo en el mar.
-      - ¡Ay cabrón! Se vaya a ahogar y entonces si se arma con el jefe – el hombre  salta desde el barandal sin pensarlo, toma al chamaco y nada con él en brazos hacia la escalera de la embarcación. Ángel contempla todo desde arriba y con expresión de aburrimiento se aleja de ahí.
Al llegar a cubierta el hombre deja al Vochito en el suelo, éste solo tose un poco pero se encuentra bien. El pequeño empieza a llorar. Por las escaleras del camarote principal salen un hombre y una mujer.
-       - Mira Alan – Indica la mujer señalando hacia donde se encuentra el niño en llanto y el otro hombre empapado. Llegan con ellos.
-       - ‘Ora ustedes dos. Nadie les dijo que se debían quitar la ropa antes de echarse a nadar – Bromea el hombre.
-          - No jefe, es que el Vochito se cayó al mar y ya se andaba ahogando ento…
-          - ¡No me caí! Me aventó el Ángel – Interrumpe aún llorando el Vochito.
-          - ¡Ah chin…! ¡Ángel! ¿por qué lo aventaste?
Ángel, quien ya se encontraba jugando en el área de la alberca se aproxima, se coloca al lado de su primo y quedan los dos de frente al jefe –Es que perdió mi iPod –
-      - ¡No la chingues! ¿Y por eso lo avientas? Luego te compro otro. Ya no lo molestes – Voltea a ver al niño que llora – Y tu Vochito, ya no chilles, no seas joto. Pórtate como los hombres – El jefe voltea a ver a Pepe para decirle – Quédate con ellos y échales un ojo –
El jefe y la mujer dan media vuelta y se alejan. Ángel voltea a ver a su primo maliciosamente y le susurra: - Ojalá te hubieras ahogado. Pinche gordo –

Alán y la mujer se dirigen hacia la proa. Él va riendo enérgicamente – ¡Mira nomás, pinche Ángel, es un cabrón! Ya decía yo. Desde chiquito –
      - Ay Alán, pero pobre Vochito casi se ahoga – la mujer saca unos lentes de su bolso y se los pone.
      - Por pendejo. Pa’ que se mete con el Ángel. Por un iPod hace eso. ¡Imagínate que no va a hacer por la chamba!
-       - Eso si mi amor –
Por la cara de ella pareciera más que hablan de la pesca de ayer que de la vida de un niño.
-          - ¡Se parece a su papá! Todo un cabrón.
-         - ¿A poco lo conociste? – con tono sarcástico pregunta la mujer
-          - No mames. Sabes a lo que me refiero.
-          - Desde que lo conocí era bien fiero ese chamaco. Por eso lo agarré. ¿te acuerdas?
-          - Si. Cuando fuiste a la sier…
      - ¡Exacto! ¡uta! - La interrumpe el hombre con su relato y la mujer pone cara de hastío. Ya había escuchado la historia unas tantas veces. - Fui a ver a su jefa que me debía una lana. No la tenía y ¡pum! Que la mato. Y luego, luego que sale del cuarto como flecha esta pirinola. ¡Tres años! Y ahí estaba viéndome con ojos de pistola, con odio. Me acerco a él y al querer agarrarlo por la mandíbula me mete una mordidota en el dedo. Canijo el escuincle. Y que le digo al Néstor – Ya viste a este güey. ¡Ni chilló por su jefa! – Y el pendejo del Néstor que se lo quería echar. ¡Para que! si así se porto frente a su madre muerta, ¡que no iba a aguantar! Esos son huevos. Pos que lo agarro y me lo recluto pa’ la causa. Es más, dije, yo me voy a hacer cargo de él, voy a ser su padre.
       - Si. Ya se. Mira, ahí están Luis, Marco y… - la mujer pone cara de sorpresa y un segundo después de enojo - ¡Alondra! ¡¿Qué hace aquí ella?!
-          - La trajo Luis en la mañanita, andaba por acá y la invitaron a quedarse –
-          - ¡Alan! Pero ¡Cómo crees…!
    - Bueno chinga, ya cállate. Mejor vamos a pescar – Alan la mira con una expresión extremadamente seria. Ella ya sabe que en esos momentos debe hacer lo que se le dice, no hay opción.
Llegan junto a los dos hombres y la nueva invitada. Ella es una delgada mujer de 27 años, cabello lacio y largo. La caída le llega abajito de los hombros. Muy cuidado. Luce una falda pegada de color gris claro a las rodillas, blusa blanca con encaje en el cuello y zapatos de tacón bajo de color gris claro también. Luis viste unas bermudas de colores naranja y blanco marca Squalo, playera naranja con el motivo de un tótem en la espalda, Crocs blancas y lentes oscuros marca Gucci. Su peinado es de tendencia actual, cabello corto y alborotado. Atlético y delgado.
-          - ¡Alondra! Bienvenida. ¿Ya te ofrecieron algo de tomar los caballeros?
         - Si, muchas gracias Alan. Bonito barco. ¡Qué gusto verte! – responde ella con una voz suave y encantadora. A Alan le encantaba esa voz.
-          - Hola Alondra – Saluda resignada la mujer que venía con Alan.
-          - Dianita. Que tal – Se besan la mejilla
-          - Alan. Mira – Lo llama Luis
-          - Pónganse cómodas señoritas. Con permiso – Señala Alan y se aparta con Luis.
A la orilla del barco Luis saca un sobre blanco – Te manda esto el Piolín –
-         -  ¿Lo contaste?
-          - Si. Veinticinco de a cien. De los verdes.
Al fondo, del otro lado de la borda Diana coloca su toalla sobre las sillas reclinables, se sienta y comienza a untarse bronceador. Por su parte Alondra se encuentra contemplando el mar.
      - Le falta la mitad. Más le vale pagar – Indica Alan dando golpecitos con el sobre en su muñeca.
       - También te manda esto – Muestra un reloj dorado – Dice que si ahí queda, que no tiene más feria y que ese “guacho” se lo regaló su jefecito.
-          - ¡Ese jodido! ¿Qué le dijiste?
-          - Claro que lo mande a re-chingar a su madre –
 Alán se queda pensando, muy serio. Hace un gesto resignado.
-          - No literal. Todavía vive. Tiene que pagarte
-          - Ah. Y ¿entonces?
-        - Pues como me desespera su pinche tic ese que siempre esta guiñándome cuando lo veo,  le hice un paro – Luis saca una bolsa ziploc con un ojo ensangrentado dentro.
-         -  ¡No ma…! ¡Quita eso de aquí! – se aleja rápidamente hacia atrás.
       - ¡Al puro tiro no! Ahora si esta más difícil que nos vea la cara – Luis ríe a carcajadas y avienta el ojo al piso de la cubierta.
Ángel llega caminando despreocupadamente y se acerca a la bolsa ziploc que está en el suelo. La recoge. Se queda mirando el contenido curiosamente y sonríe.
-         -  ¿Qué es esto papá?
- Nada – Contesta Alan arrebatándole la bolsa. Voltea a ver a Luis – Tira esta porquería

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