21:11 hrs.
En la Proa.
- ¡Tiago! hermano. Que bueno que viniste - saluda Alan a bordo con un puro en la mano.
- ¡Escorpiâo! Eu estou contente de vê-lo - Abraza a Alan - ¡E seu miúdo e agora todo o um adulto! - completa volteando a ver a Ángel.
- ¿Qué dice este güey? - pregunta Alan a Luis con cara de extrañeza
- Que le da gusto verte y que que grande esta Ángel - contesta Luis - Y tu cabrón, ya sabes español, no te hagas pendejo -
- Relaxe. Quería traerles algo de nuestra alegría carioca pinches amargados. ¡Órale! Vamos a destapar las botellas antes de que se calienten.
- Sí. Pásenle. Luis asegúrate de que los atiendan bien. Tiago, dame un momento por favor.
- Adelántense nenas ahorita las alcanzo - Tiago ordena dando una nalgada a una de las mujeres y voltea a ver a los dos hombres que vienen con él - Ambos vôce comemore mas nâo beba demasiado.
- Tiago tengo un grupo nuevo. Son 15. Necesito que los entrenes ¿Cuándo puedes empezar?
- Mañana mismo si quieres - Tiago saca un cigarro y lo enciende.
- De acuerdo. Mañana nos quedamos todavía por aquí pero el domingo nos vamos para el rancho. Puedes empezar el Lunes.
- Te tengo que advertir que ya subió la tarifa Alacrán. Tu sabes, la vida es cara - suelta el humo de su boca.
- Ya sabes que por eso nunca ha habido pedo. Nada más no te pases cabrón. Oye, los dos batos que trajiste ¿son de fiar?
- ¡Por supuesto! Son nuevos y se deslumbran con todo, medio pendejos, pero puedo confiar en ellos.
- De todos modos los voy a revisar y que les den un calambre.
Sale Ángel a cubierta con unos audífonos puestos y se dirige al otro extremo de la proa.
- ¿Ya viste a Ángel verdad? - pregunta Alan señalando a su hijo.
- Si -
- Que te parece si lo entrenas de una vez
- ¿Eh? Pero esta chavito no. Que tiene ¿diez, once?
- Si, ¿pero cual es el pedo? ¡es un cabrón como su padre!
- ¿Lo conoces? - sonríe sarcasticamente
- Ya me harté de su pinche chiste mamón, Diana dijo lo mismo.
- ¡Ah Dianita! ¿Esta aquí esa mamita?
- Si y te la puedes quedar si quieres.
- ¡Va!
- Pero entonces que ¿entrenas al Ángel o no?
- Seguro - Tiago le da una última bocanada a su cigarro y lo avienta al mar - Pero ¿seguro que va a aguantar el rigor?
- Si chinga. Hoy ese güey casi ahoga a su primo por que le perdió su madre esa del iPod.
- ¿A Rafael?
- Si tu crees. Ese culero del Ángel le dice Vochito por panzón -
Tiago lanza una sonrisa simplona.
- ¡Ángel! - Alan grita con las manos en la boca.
Ángel voltea y empieza a caminar hacia donde están Alan y Tiago.
- También voy a poner al Vochito a aprender del negocio, no quiero que sean "ninis" - señala Alan con gesto de convicción mientras Ángel se va acercando. Tiago lo ve con rareza, como si no hubiera entendido por completo lo que dijo su interlocutor. El niño llega a su lado.
- ¿Qué paso papá? - pregunta Ángel
- Oye ¿no te gustaría aprender a tirar bien chingón con una de estas? - pregunta Alan sacando su pistola de oro.
- ¡Si! A ver préstamela ¿cómo le hago? - Exclama el chico con ojos de emoción al momento que se quita los audífonos y extiende las manos para tomar la pistola.
- ¡Pérate, pérate! - contesta Alan y se vuelve a mirar a Tiago - ¡Ves! te digo que es un cabróncito -
Tiago levanta una ceja y afirma con la cabeza.
- Pus aquí Tiago te va a enseñar a tirar y no nomás con pistolitas
- ¿Me va a enseñar? ¿en serio?
- Así es. Te voy a enseñar a tirar como se debe. Pistolas, metralletas y hasta bazucas - señala Tiago.
- Si, si güey. Pero después. ¡Órale! ya vete por allá con tu primo que vamos a hablar de negocios - interrumpe Alan haciendo a un lado a su hijo.
- Primero los "bisnes" pero ya vamos a celebrar ¿no mi Alacrán? Nos esperan impacientes unas copas y unas señoritas.
Ambos comienzan a caminar hacia el interior del yate. El Alacrán por delante. Dentro de la bolsa del pantalón de Tiago vibra el celular. Este voltea a ver a Alan quien ya se había alejado, se detiene y saca el teléfono. Lo revisa por unos instantes e inmediatamente después vuelve su vista hacia arriba, como buscando algo en la parte alta del yate. Encuentra a un hombre, uno de sus ayudantes. Tiago solo afirma con la cabeza sin apartar los ojos de el. Se adentra en la sala. La cubierta del barco se queda vacía en la oscuridad de la noche.
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