martes, 20 de septiembre de 2011

Disculpen la tardanza!

En breve se publicará el siguiente capítulo de Inocencia Roja. Agradezco su lectura y espero estén disfrutándolo.

lunes, 28 de marzo de 2011

- 5 -


21:11 hrs.
En la Proa.

- ¡Tiago! hermano. Que bueno que viniste - saluda Alan a bordo con un puro en la mano.

- ¡Escorpiâo! Eu estou contente de vê-lo - Abraza a Alan - ¡E seu miúdo e agora todo o um adulto! - completa volteando a ver a Ángel.

- ¿Qué dice este güey? - pregunta Alan a Luis con cara de extrañeza



- Que le da gusto verte y que que grande esta Ángel - contesta Luis - Y tu cabrón, ya sabes español, no te hagas pendejo -

- Relaxe. Quería traerles algo de nuestra alegría carioca pinches amargados. ¡Órale! Vamos a destapar las botellas antes de que se calienten.

- Sí. Pásenle. Luis asegúrate de que los atiendan bien. Tiago, dame un momento por favor.

- Adelántense nenas ahorita las alcanzo - Tiago ordena dando una nalgada a una de las mujeres y voltea a ver a los dos hombres que vienen con él - Ambos vôce comemore mas nâo beba demasiado.

- Tiago tengo un grupo nuevo. Son 15. Necesito que los entrenes ¿Cuándo puedes empezar?

- Mañana mismo si quieres - Tiago saca un cigarro y lo enciende.

- De acuerdo. Mañana nos quedamos todavía por aquí pero el domingo nos vamos para el rancho. Puedes empezar el Lunes.

- Te tengo que advertir que ya subió la tarifa Alacrán. Tu sabes, la vida es cara - suelta el humo de su boca.

- Ya sabes que por eso nunca ha habido pedo. Nada más no te pases cabrón. Oye, los dos batos que trajiste ¿son de fiar?

- ¡Por supuesto! Son nuevos y se deslumbran con todo, medio pendejos, pero puedo confiar en ellos. 

- De todos modos los voy a revisar y que les den un calambre.

Sale Ángel a cubierta con unos audífonos puestos y se dirige al otro extremo de la proa.

- ¿Ya viste a Ángel verdad? - pregunta Alan señalando a su hijo.

- Si -

- Que te parece si lo entrenas de una vez

- ¿Eh? Pero esta chavito no. Que tiene ¿diez, once?

- Si, ¿pero cual es el pedo? ¡es un cabrón como su padre!

- ¿Lo conoces? - sonríe sarcasticamente

- Ya me harté de su pinche chiste mamón, Diana dijo lo mismo.

- ¡Ah Dianita! ¿Esta aquí esa mamita?

- Si y te la puedes quedar si quieres.

- ¡Va!

- Pero entonces que ¿entrenas al Ángel o no?

- Seguro - Tiago le da una última bocanada a su cigarro y lo avienta al mar - Pero ¿seguro que va a aguantar el rigor?

- Si chinga. Hoy ese güey casi ahoga a su primo por que le perdió su madre esa del iPod.

- ¿A Rafael?

- Si tu crees. Ese culero del Ángel le dice Vochito por panzón - 

Tiago lanza una sonrisa simplona. 

- ¡Ángel! - Alan grita con las manos en la boca.

Ángel voltea y empieza a caminar hacia donde están Alan y Tiago.

- También voy a poner al Vochito a aprender del negocio, no quiero que sean "ninis" - señala Alan con gesto de convicción mientras Ángel se va acercando. Tiago lo ve con rareza, como si no hubiera entendido por completo lo que dijo su interlocutor. El niño llega a su lado.

- ¿Qué paso papá? - pregunta Ángel

- Oye ¿no te gustaría aprender a tirar bien chingón con una de estas? - pregunta Alan sacando su pistola de oro.

- ¡Si! A ver préstamela ¿cómo le hago? - Exclama el chico con ojos de emoción al momento que se quita los audífonos y extiende las manos para tomar la pistola.

- ¡Pérate, pérate! - contesta Alan y se vuelve a mirar a Tiago - ¡Ves! te digo que es un cabróncito -

Tiago levanta una ceja y afirma con la cabeza.

- Pus aquí Tiago te va a enseñar a tirar y no nomás con pistolitas 

- ¿Me va a enseñar? ¿en serio?

- Así es. Te voy a enseñar a tirar como se debe. Pistolas, metralletas y hasta bazucas - señala Tiago.

- Si, si güey. Pero después. ¡Órale! ya vete por allá con tu primo que vamos a hablar de negocios - interrumpe Alan haciendo a un lado a su hijo.

- Primero los "bisnes" pero ya vamos a celebrar ¿no mi Alacrán? Nos esperan impacientes unas copas y unas señoritas.

Ambos comienzan a caminar hacia el interior del yate. El Alacrán por delante. Dentro de la bolsa del pantalón de Tiago vibra el celular. Este voltea a ver a Alan quien ya se había alejado, se detiene y saca el teléfono. Lo revisa por unos instantes e inmediatamente después vuelve su vista hacia arriba, como buscando algo en la parte alta del yate. Encuentra a un hombre, uno de sus ayudantes. Tiago solo afirma con la cabeza sin apartar los ojos de el. Se adentra en la sala. La cubierta del barco se queda vacía en la oscuridad de la noche.

sábado, 26 de marzo de 2011

- 4 -


20:34 hrs.
Cubierta del yate

Alondra se encuentra recargada contra el barandal de la borda comiendo una manzana. El viento sopla fuertemente alborotando su cabello.
El sonido de las olas y el viento se ve súbitamente interrumpido por el sonido de un celular.


- Bueno.


- ¿Alondra?


- Si.


- ¿Cómo te encuentras? Hablé a tu casa pero nadie me respondió


- No estoy en casa.


- ¿Cuándo regresas? ¿podemos vernos?


- No se cuando vaya a regresar. Estoy muy lejos, de viaje de negocios.


- Alondra ¿Con quién hablas? - una voz masculina surge detrás de ella.


Ella voltea sobresaltada.


- ¿Eh? No… con… nadie Alan. Estaba consultando mi saldo - afirma al momento que esconde el teléfono instintivamente.


- ¿Tu saldo? No me digas que aun usas prepago 


- ¡Siii! ¿tu crees? - ríe - A poco no suena muy anticuado. Pero con eso de que la red de la compañía celular "de todo México" falla constantemente prefiero controlar lo que pago - sarcásticamente expresa.


- Tu siempre tan ocurrente - Alan lanza una carcajada. Se recarga en la barandilla mirando hacía el cielo negro - Esta muy bella la vista pero ¿no quieres entrar un momento?


- Claro que si. Vamos. ¡Que empiece la fiesta! - contesta Alondra subiendo la voz.


Dentro de su bolsa abierta, por la bocina del celular aún se oye una voz: - ¿Qué dices? ¿Alondra? ¿Sigues ahí? ¿Alondra?…

miércoles, 23 de marzo de 2011

- 3 -


19:26 hrs.
Sala de entretenimiento del yate.
El sol ha empezado a ocultarse. Alan y su hermano se encuentran sentados en un espacioso sillón bebiendo una copa.
-       - Ya me voy por los demás– Dice Luis dejando la copa en la mesa.
-     -  Si. ¿Cuántos vienen?
-          - Siete. Tiago, dos de sus hombres y cuatro viejas.
           -  Pinche Tiago caliente. Oye traéte un iPod pa’l Ángel ¿no?
-          - Si – contesta Luis al momento que voltea a ver su reloj.
Entra Diana vestida con un traje blanco y se sienta al lado de Alan.
-                      - ¿En qué te vas a ir Luis?
-                      -  En la moto. La dejo allá y me regreso con ellos en la lancha
-                       - Va.
Luis se pone de pie, se estira y bosteza.  Alan le da el último trago a su bebida y coloca el vaso en la mesa de centro mientras Diana lo abraza y comienza a besarlo.
-                       -  Nos vemos al rato – Se despide Luis mientras camina alzando la mano sin voltear.
-                       - ¡Oye Luis! – Aparta a Diana con el brazo quien sigue besándolo - ¡Hazte pa’lla! -
Luis se detiene y voltea sobre su hombro izquierdo.
-                      - ¿Qué paso? –
Alan se levanta del sillón y saca de su cartera un bonche de billetes.
-                     - Llévale esto al almirante Casasola. De ahí de la naval. Dile que muchas gracias y que vamos a estar aquí hasta el domingo –
Diana se levanta del sillón y va a servirse una copa.
-                     -  Si – Contesta Luis regresando por el dinero – Me llevo a Ángel -
-                     -  Llévate al Vochito también, que aprenda el chamaco de los negocios –
Diana regresa con dos copas. Le entrega una a Alan.
-                     - Ahora si vente pa’ca mi reina – abraza a Diana por la cintura y la jala contra él - ¡Ah! ¡Luis! También dile a Casasola que ya sabe que el Alacrán no pica si no lo molestan - 
–          ¿Que no pica? Si se la pasa “picando” con esa puta – susurra Luis para sí mismo.

martes, 22 de marzo de 2011

- 2 -

11:25 am
En alguna oficina de una avenida principal en Washington D.C. EEUU
El cursor de la pantalla de una computadora parpadea rítmicamente. Empieza a aparecer un mensaje:
El balón está a punto de salir de la cancha. Pendientes que entonces será nuestro
11:47 am
Cubierta del yate.
El sol brilla con toda su fuerza en un cielo completamente despejado y sopla fuerte la brisa. Dos niños vestidos solo con un short se encuentran a cubierta.
-          -  ...no lo tengo yo Ángel -
- -¡-    - Entonces en donde esta mi iPod ¡pinche Vochito! – Pregunta Ángel caminando hacia su primo, quien está de espaldas al mar sobre el trampolín de la embarcación.
-      - Lo dejé abajo de tu almohada, en donde siempre lo pones – contesta dando un par de pasos atrás.
-         - No está. ¡Dámelo pinche inútil! – el niño da un leve empujón a su primo.
-         - ¡Ahí está, neta!
-         - Ahora si vas a ver cabrón – Ángel corre hacia el Vochito y lo avienta al mar.
       -¡Nooo! ¡Ayúdame!- Grita el niño desesperado y con la voz entrecortada chapoteando en el agua - ¡Sácame!
-        - Eso te pasa por pendejo – Contesta su primo carcajeándose desde la borda.
-        - ¡Qué pasa aquí Ángel! – Pregunta una ronca voz desde atrás.
Ángel voltea y encuentra a un hombre grande, gordo y bigotón.
-      - Nada Pepe. El Vochito que no sabe nadar. ¡Míralo! – continúa Ángel riendo y hace un movimiento de cabeza hacia su primo en el mar.
-      - ¡Ay cabrón! Se vaya a ahogar y entonces si se arma con el jefe – el hombre  salta desde el barandal sin pensarlo, toma al chamaco y nada con él en brazos hacia la escalera de la embarcación. Ángel contempla todo desde arriba y con expresión de aburrimiento se aleja de ahí.
Al llegar a cubierta el hombre deja al Vochito en el suelo, éste solo tose un poco pero se encuentra bien. El pequeño empieza a llorar. Por las escaleras del camarote principal salen un hombre y una mujer.
-       - Mira Alan – Indica la mujer señalando hacia donde se encuentra el niño en llanto y el otro hombre empapado. Llegan con ellos.
-       - ‘Ora ustedes dos. Nadie les dijo que se debían quitar la ropa antes de echarse a nadar – Bromea el hombre.
-          - No jefe, es que el Vochito se cayó al mar y ya se andaba ahogando ento…
-          - ¡No me caí! Me aventó el Ángel – Interrumpe aún llorando el Vochito.
-          - ¡Ah chin…! ¡Ángel! ¿por qué lo aventaste?
Ángel, quien ya se encontraba jugando en el área de la alberca se aproxima, se coloca al lado de su primo y quedan los dos de frente al jefe –Es que perdió mi iPod –
-      - ¡No la chingues! ¿Y por eso lo avientas? Luego te compro otro. Ya no lo molestes – Voltea a ver al niño que llora – Y tu Vochito, ya no chilles, no seas joto. Pórtate como los hombres – El jefe voltea a ver a Pepe para decirle – Quédate con ellos y échales un ojo –
El jefe y la mujer dan media vuelta y se alejan. Ángel voltea a ver a su primo maliciosamente y le susurra: - Ojalá te hubieras ahogado. Pinche gordo –

Alán y la mujer se dirigen hacia la proa. Él va riendo enérgicamente – ¡Mira nomás, pinche Ángel, es un cabrón! Ya decía yo. Desde chiquito –
      - Ay Alán, pero pobre Vochito casi se ahoga – la mujer saca unos lentes de su bolso y se los pone.
      - Por pendejo. Pa’ que se mete con el Ángel. Por un iPod hace eso. ¡Imagínate que no va a hacer por la chamba!
-       - Eso si mi amor –
Por la cara de ella pareciera más que hablan de la pesca de ayer que de la vida de un niño.
-          - ¡Se parece a su papá! Todo un cabrón.
-         - ¿A poco lo conociste? – con tono sarcástico pregunta la mujer
-          - No mames. Sabes a lo que me refiero.
-          - Desde que lo conocí era bien fiero ese chamaco. Por eso lo agarré. ¿te acuerdas?
-          - Si. Cuando fuiste a la sier…
      - ¡Exacto! ¡uta! - La interrumpe el hombre con su relato y la mujer pone cara de hastío. Ya había escuchado la historia unas tantas veces. - Fui a ver a su jefa que me debía una lana. No la tenía y ¡pum! Que la mato. Y luego, luego que sale del cuarto como flecha esta pirinola. ¡Tres años! Y ahí estaba viéndome con ojos de pistola, con odio. Me acerco a él y al querer agarrarlo por la mandíbula me mete una mordidota en el dedo. Canijo el escuincle. Y que le digo al Néstor – Ya viste a este güey. ¡Ni chilló por su jefa! – Y el pendejo del Néstor que se lo quería echar. ¡Para que! si así se porto frente a su madre muerta, ¡que no iba a aguantar! Esos son huevos. Pos que lo agarro y me lo recluto pa’ la causa. Es más, dije, yo me voy a hacer cargo de él, voy a ser su padre.
       - Si. Ya se. Mira, ahí están Luis, Marco y… - la mujer pone cara de sorpresa y un segundo después de enojo - ¡Alondra! ¡¿Qué hace aquí ella?!
-          - La trajo Luis en la mañanita, andaba por acá y la invitaron a quedarse –
-          - ¡Alan! Pero ¡Cómo crees…!
    - Bueno chinga, ya cállate. Mejor vamos a pescar – Alan la mira con una expresión extremadamente seria. Ella ya sabe que en esos momentos debe hacer lo que se le dice, no hay opción.
Llegan junto a los dos hombres y la nueva invitada. Ella es una delgada mujer de 27 años, cabello lacio y largo. La caída le llega abajito de los hombros. Muy cuidado. Luce una falda pegada de color gris claro a las rodillas, blusa blanca con encaje en el cuello y zapatos de tacón bajo de color gris claro también. Luis viste unas bermudas de colores naranja y blanco marca Squalo, playera naranja con el motivo de un tótem en la espalda, Crocs blancas y lentes oscuros marca Gucci. Su peinado es de tendencia actual, cabello corto y alborotado. Atlético y delgado.
-          - ¡Alondra! Bienvenida. ¿Ya te ofrecieron algo de tomar los caballeros?
         - Si, muchas gracias Alan. Bonito barco. ¡Qué gusto verte! – responde ella con una voz suave y encantadora. A Alan le encantaba esa voz.
-          - Hola Alondra – Saluda resignada la mujer que venía con Alan.
-          - Dianita. Que tal – Se besan la mejilla
-          - Alan. Mira – Lo llama Luis
-          - Pónganse cómodas señoritas. Con permiso – Señala Alan y se aparta con Luis.
A la orilla del barco Luis saca un sobre blanco – Te manda esto el Piolín –
-         -  ¿Lo contaste?
-          - Si. Veinticinco de a cien. De los verdes.
Al fondo, del otro lado de la borda Diana coloca su toalla sobre las sillas reclinables, se sienta y comienza a untarse bronceador. Por su parte Alondra se encuentra contemplando el mar.
      - Le falta la mitad. Más le vale pagar – Indica Alan dando golpecitos con el sobre en su muñeca.
       - También te manda esto – Muestra un reloj dorado – Dice que si ahí queda, que no tiene más feria y que ese “guacho” se lo regaló su jefecito.
-          - ¡Ese jodido! ¿Qué le dijiste?
-          - Claro que lo mande a re-chingar a su madre –
 Alán se queda pensando, muy serio. Hace un gesto resignado.
-          - No literal. Todavía vive. Tiene que pagarte
-          - Ah. Y ¿entonces?
-        - Pues como me desespera su pinche tic ese que siempre esta guiñándome cuando lo veo,  le hice un paro – Luis saca una bolsa ziploc con un ojo ensangrentado dentro.
-         -  ¡No ma…! ¡Quita eso de aquí! – se aleja rápidamente hacia atrás.
       - ¡Al puro tiro no! Ahora si esta más difícil que nos vea la cara – Luis ríe a carcajadas y avienta el ojo al piso de la cubierta.
Ángel llega caminando despreocupadamente y se acerca a la bolsa ziploc que está en el suelo. La recoge. Se queda mirando el contenido curiosamente y sonríe.
-         -  ¿Qué es esto papá?
- Nada – Contesta Alan arrebatándole la bolsa. Voltea a ver a Luis – Tira esta porquería